viernes, octubre 13, 2006

Anexos

Anexo 1. Flesh theater

Diciembre 2004
El jueves estuve en la ciudad, fui a un club que tiene noche fetish los miércoles y jueves, llamado flesh theater. ¡Fue espectacular! Lo que sigue es un mail que escribí para compartir con mis amigos en Medellín.

Antes de entrar me quedé conversando con unas personas afuera, preguntándoles sobre el lugar. Tenían una pinta de locos asesinos, pero a estas alturas ya la vida me ha enseñado a confiar más en este tipo de personas que en la gente decente y recta. Qué personas tan amables y acogedoras, hable un rato con una MTF trannie (male to female transexual) que estaba feliz de ser mujer porque no nos toca pagar la entrada. Bueno, nos recibieron muy bien, la gente mostrando interés y tratando de averiguar tus inclinaciones a ver si encuentran con quién jugar por la noche.

Mi primer contacto es un hombre muy apuesto y bien hablado que ofrece sus servicios como objeto para la noche. Como no le entiendo, me demuestra lo útil que puede serme y se tiende en el piso y me dice que puede hacer de tapete mientras me tomo mi trago en la barra. Así que pido un trago y me le monto en el pecho con cierto temor de quebrarle las costillas con el talón de mis botas. Un poco de incomodidad mientras me acostumbro y luego un rush de placer por la novedad de la experiencia. Mi objeto se ve completamente tranquilo y me informa que ha tenido encima hasta cuatro mujeres con tacones usándolo de tapete. Conversamos un rato mientras me deleito al enterrarle las botas caminando por su cuerpo. Luego me canso y me sirve de silla un rato mientras le informo que soy lesbiana y que no me interesa participar en otras escenas que me propone muy respetuosamente. Cuando me paro me ofrece hacerme un masaje que acepto con gusto y que realiza con destreza. Me reitera que si en cualquier momento de la noche necesito una silla, mesa, cama, etc., esta a la orden.

Luego me siento frente a tres mujeres con atuendo de dominatriz y me muero de las ganas de hablar con ellas. Pero me entra la timidez y el miedo de expresar lo que realmente quiero, la razón por la cual estoy ahí esa noche. Respiro profundo y me lanzo al agua. Le digo a la chica trans de la entrada (no nos preguntamos los nombres) que desde hace tiempo tengo fantasías de ser flagelada, que es algo que no me puedo sacar de la cabeza y que me ayude a encontrar a una mujer que esté disponible para mi iniciación. Con esto se para como un resorte y me dice que ella es la chica adecuada para el trabajo.

Me quito la blusa y me paro en una estructura en forma de X al lado de la pista de baile, con los brazos y las piernas abiertas. Hacemos una negociación breve (siquiera he estado tan juiciosita leyendo porque si no, no entendería nada) y comenzamos la escena. El DJ pone una música industrial bacanísima de fondo. Mi Dominatriz todavía trabaja bajo la supervisión y con el equipo de su maestro quien nos acompaña todo el tiempo ofreciendo consejos y ocasionales regaños más que todo relacionados con seguridad y el perfeccionamiento de la técnica. El maestro es policía en su vida real y su apodo en la comunidad es "Comisario Gótico". Tiene un calabozo privado en su casa en New Jersey y su especialidad es entrenar a nuevos dominantes. Como es mi primera vez, utilizan floggers de cuero muy suave que se sienten mas como una caricia o un masaje que un instrumento de tortura. La trans me dice que la escena es muy especial para ella porque nunca ha hecho de dominante con una lesbiana y le parece muy excitante. Yo le respondo que para mi es también muy bacano que mi primera vez sea con un transexual porque es más difícil de encontrar y porque siento gran admiración por su valentía. ¿Le añade un toque más exótico a la escena, no? Les ruego varias veces que me den más duro, que puedo aguantar mucho más y se ríen de mi ansiedad de principiante y me recuerdan que habrán otras oportunidades. No sé qué pasó, pues siempre he leído sobre la escasez de tops, mas creo que me gané la lotería esa noche, ¡tuve la atención de cuatro a la vez! Será que me veía muy buena con mis pantalones de cuero rojo, mi espalda ancha y desnuda con el tatuaje de extraterrestre a un lado, pero algo cautivo la atención de estas personas y me volví el centro de atención por un buen rato. Tenía al comisario gótico flagelándome los senos, un vampiro negro de más de seis pies de altura, con colmillos y uñas de acero, arañándome la piel y gruñéndome al oído, la transexual acariciándome con plumas y una dominatriz seduciéndome haciendo como si me fuera a tocar o a besar pero sin realmente hacerlo (lo único que me tocaba eran los brazos y las manos). Por ratos cerraba los ojos y volaba sintiendo toda la explosión de sensaciones en mi cuerpo.

Una lección bonita de la noche, fue cuando siento un golpe en la espalda que deja una quemazón deliciosa. Me intriga el objeto y quiero saber qué es, para usarlo en el futuro. Pensando que es un aparato elaborado y costosísimo, le pregunto al comisario que está a mi lado, qué es eso que se siente tan bien, y me informa divertido ¡que es una cuchara de palo! Me dice que es para que vea que no se trata de quien tiene el equipo más caro, de que hay muchas sensaciones que se pueden provocar con objetos cotidianos, lo importante es que se sienta bien para uno y que es un error caer en el consumismo de la cultura fetish como en todo lo demás.

Cuando terminé la escena una hora después, descansé un rato y conversé con el comisario mientras acordaban una escena con mi amiga quien después de advertirme muy enfáticamente que sólo iba a mirar y que no quería que le hicieran NADA se había animado y esperaba su turno impaciente. Después de un rato me preguntan si quiero aprender a flagelar y yo siempre tan curiosa brinco a la oportunidad de aprender algo nuevo. Me entregan un hermoso látigo suave de colas rojas y me explican lo esencial mientras me guían la mano. No sé como describir esa sensación de tener un látigo en la mano. Es puro poder, me sentía tan cool, aunque un poco torpe en los movimientos. Después de varios errores, el maestro me dice que si le vuelvo a dar en el cuello o en las costillas me va a tener que castigar en las manos y saca un instrumento (una pala con taches) para reforzar su amenaza: santo remedio, no me vuelvo a equivocar. Mientras estoy muy concentrada en mi nuevo papel de dominante y disfruto el cambio que este me ofrece se me acerca un hombre que habla inglés con acento ruso y me dice que la dama que lo acompaña desea hablar conmigo. Ya la había mirado varias veces, una mujer hermosísima como salida de una revista fashion, ¡y quiere hablar conmigo! Y yo, con la inseguridad que siempre he tenido con las mujeres que me gustan, la miro por un momento y le digo a su mensajero, con toda la confianza del mundo, que voy cuando termine lo que estoy haciendo y sigo como si nada. Estar en control es muy diferente al abandono del sumiso. Hay que combinar la excitación que se obtiene del poder con los límites de la escena y la preocupación por la seguridad del sumiso. Requiere de mucha concentración y control y es también muy intenso. Por supuesto que no lo hice muy bien por ser mi primera vez, pero me deja la inquietud de explorar esa parte dominante de mi personalidad y me muestra que no solo es algo innato sino que por la circunstancia o por elección uno puede asumir un papel y realmente llevarlo a cabo aunque nunca se hubiera creído a sí mismo capaz.

Luego me fui a conversar con la chica rusa y terminamos encarretadísimas, qué noche, ¡como pa' infartarse! La cosa se calentó bastante entre nosotras y cuando abrí los ojos vi que varias personas nos observaban con placer. Qué bien se siente estar en un lugar donde la sexualidad se trata con tanta naturalidad y donde las personas se dan permisos que no existen en la vida real donde reina la hipocresía sobre el sexo. Me sentí halagada de saber que esas personas obtenían placer de vernos y no me estaba quitando nada a mí; pensé que eso hubiera sido para problema en un bar de lesbianas, por ejemplo, y seguí con lo mío. En cierto momento me propuso que nos fuéramos para su casa a terminar la noche y fue supremamente difícil rechazar la oferta de esta mujer tan espectacular. Pero estoy muy contenta vivita y sin enfermedades ni enredos raros así que no voy a empezar ahora a irme sin mas para la casa de gente que no conozco, por muy bella que sea.

Aprendí varias lecciones con esta experiencia, entre ellas que estas personas dedican una cantidad de energía y tiempo para aprender las innumerables técnicas y reglas del juego y que lo que hacen requiere muchísima práctica y talento. Cada uno de los objetos que se utilizan tiene su truco, una manera de que funcione mejor, otros usos posibles y las personas se reúnen a compartir estos conocimientos y hallazgos y a disfrutar de producirse sensaciones muy intensas.

Es decir que el sadomasoquismo no es solo para cierto tipo de personas especiales que nacen sabiendo todo sobre el asunto sino que es un proceso gradual que hasta una persona tan común y miedosa como yo puede aprender y dejarse transformar por ello. Este es un espacio donde no buscan la uniformidad de sus miembros sino que reclutan a todo el desecho, los raros, los que no caben en ninguna otra parte, los freaks and geeks (raros y nerdos) con todo tipo de intereses y destrezas y donde hasta los más raros, con las fantasías más extravagantes, prohibidas o a simple vista tontas o ridículas pueden encontrar aceptación y salida sin perjudicar a nadie y por el contrario siendo fuente de placer para muchos. Los que miran, los que participan, los que se inspiran, los que aprenden etc.

Por ahora tengo los jueves bien ocupados en la maravillosa ciudad de Nueva York combinando perfectamente mi trabajo de Mary Poppins con mi otra identidad nocturna, la sombra que estoy conociendo y construyendo en este viaje. Luego les cuento más.


Anexo 2 Escena en paddles- puppy training

Febrero 2005
Hola amigos, aquí continua mi saga de perversiones newyorkinas. Hace rato que no iba a la ciudad, en parte por el frío tan cruel que se niega a dejarnos y por lo increíblemente caro que sale darse un paseito por allá. Estuve en un club llamado Paddles el viernes por la noche. Es el único espacio exclusivamente dedicado a actividades S/M que queda en la ciudad de NY. ¿Lo pueden creer? Aun en los mejores tiempos había solo tres; ya dos han cerrado. Por lo que cuentan, aun reciben mucho hostigamiento de parte de la policía y deben cuidarse bastante y seguir muchas reglas para poder continuar. Por todas partes hay avisos que dice PROHIBIDO: consumo de drogas y licor, sexo (penetración, masturbación) y hay todo un listado de normas de conducta a seguir dentro del club. ¡Y eso que estos son los antros de perdición!

La noche comenzó con una reunión de un grupo que se llama domsubfriends. Es un grupo social, educativo y de apoyo para la comunidad BDSM abierto a personas de todo tipo de orientaciones. Todos los viernes se reúnen en Paddles y tratan diversos temas, casi siempre acompañados de demostraciones de alguna técnica. El tema de la noche era puppy training (entrenamiento de perritos) dictado por una dominatriz rubia y un poco nerviosa. El perrito era un hombre canoso y medio calvo, por lo menos de 60 años. Pero eso no le quitaba lo entusiasta, necio y juguetón. Estaba completamente desnudo excepto por un arnés en la cabeza, otro en los testículos y un collar con correa. También lucia una nueva cola, que es lo que llaman un buttplug, un plástico especialmente diseñado para insertar en el ano para que no se salga. Hay todo tipo de variaciones de estos aparatos, entre ellos, las colas de perro y de caballo para los que les gusta jugar a ser animales. Mistress Dora nos demostró todos los trucos que le ha enseñado a su perro, el sabe sentarse, acostarse, dar la patica para saludar, hacerse el muerto y saltar por un hulahoop, entre otros. Les cuento que ladra mejor que un perro de verdad. Cuando se porta mal le dan con un periódico en el trasero o en el hocico o lo meten en la jaula por un buen rato y siempre lo recompensan con galletitas. La demostración fue bastante interesante; uno se queda maravillado con la cantidad de cosas con las que juega y se excita la gente. Resulto que también había entre la audiencia una mujer oriental que le gusta entrenar perritas lesbianas, especialmente las french poodle y nos contó un poco sobre su experiencia y hablaron de las diferencias en el entrenamiento con uno y otro sexo. Hubo un chistosín por ahí que pregunto si también los criaban. Estuvo entretenida la reunión, no es lo mío pero me pareció un juego divertido.

Luego me encontré con Master Glen, un tipo que conocí por Internet y con el cual había quedado conversar esa noche, luego de asegurarme que lo conocían y recomendaban los del club. Obviamente prefiero jugar con mujeres, pero como son tan difíciles de encontrar me conformo con lo que resulte. Además Glen me inspiró confianza. Un hombre muy chistosito, sonriente, de bigote y barrigón. Estaba vestido de lo más simple, un profesor de escuela o un contador se vería más amenazante que él. Pasamos un buen rato negociando una escena, en la que yo le dije básicamente lo que quería y el me sugirió maneras de lograrlo o mejorarlo. Finalmente convenimos en una escena tipo rito de pase, en la que mi dueña me ha entregado a uno de sus colegas como una prueba de mi sumisión. Ella sabe cuánto detesto jugar con hombres y quiere ponerme a prueba a ver si voy a obedecer todas sus órdenes. ¿Y que podría ser más humillante que someterme a la voluntad de un hombre sádico? Acordamos excluir todo tipo de contacto sexual pero incluimos interrogación y humillación verbal. Cada vez que le hablara debía dirigirme a él como Master. Este hombrecillo resultó tener tremenda vozarrón. Me llamó la atención que fuera del rol tartamudea un poco, pero no mientras me dominaba. Yo ni me di cuenta pero era tanta la gritería en esa habitación que pronto se comenzó a llenar de espectadores curiosos, fuimos bastante populares y Glen pudo chicanear de sus habilidades con los otros top. Yo le dije que mi preferencia era ser flagelada en la espalda así que utilizó tres tipos de látigos, cada uno subiendo de intensidad.

Parece que tengo la habilidad de ocupar fácilmente lo que llaman bottom space (subespacio) que se parece a una traba. Es un estado que se logra con la liberación de endorfinas en el cerebro. Hace que cambie la percepción en general y que el dolor se llegue a sentir como placentero. Me dicen que la escena duró casi dos horas (uno pierde la noción del tiempo), en la cual todo el tiempo me flagelaba la espalda y los senos. Pase por todo tipo de emociones, al principio me pareció cómico y debía contener las ganas de reírme, a veces me ponía nerviosa o me avergonzaban las preguntas que me hacía. Hubo momentos en que me ponía desafiante, le mostraba los dientes y me negaba a dirigirme a él como Master. Pero lo más intenso fue al final cuando utilizó un látigo de colas delgadas de caucho, que pega mucho más duro que el cuero y puede llegar a cortar la piel. Cuando comenzó a usarlo me puse a llorar y esto le preocupó un poco, al ver que no utilizaba mi palabra clave, se aseguró de volverme a preguntar antes de seguir, porque a veces uno está tan trabado que se le olvida la palabra acordada y hay personas que pierden la capacidad de hablar. Cuando le dije que quería continuar, siguió a toda máquina con ese látigo y yo lloraba como una niña chiquita. Es como si el látigo hubiera sacado a la superficie todo el dolor que he guardado últimamente y sentí un gran descanso al dejarlo salir. Hace mucho rato que no lloraba de esa manera y no me dio pena hacerlo ahí delante de tantas personas. Es muy difícil sentir pena en ese lugar después de las cosas que se ven ahí. Acuérdense que acababa de ver a un señor mayor haciendo de perrito y había una chica en la celda del lado a la que le estaban metiendo un cuchillo en la vagina.

Luego Glen me desató y me llevó casi cargada al sofá y dejó que terminara de llorar en su hombro mientras me acariciaba la cabeza y me aseguraba que todo iba a estar bien. Me mandó a traer agua y me contó historias sobre su ex novia. Y poco a poco volví a ser de este mundo, me paré y seguí recorriendo el sitio y hablando con la gente, ahora sintiéndome mas liviana y relajada ¡y con un ardor en la espalda!

Anexo 3 Escena en paddles- the schoolgirl

Abril 2005
Nuevamente estuve en Paddles; esta vez fui acompañada de una amiga. La noche estuvo más bien tranquila. Esto es una noche tranquila allá: llegamos tarde a la demostración porque nos enredamos en otros asuntos. Cuando entramos había una mujer negra, vestida en un traje de enfermera muy apretado con una varita metálica insertada en el pene de un “paciente”. Luego lo hizo ponerse en cuatro y trató de demostrar la técnica del fist fucking. Me pegué una entusiasmada porque tenía puesto de primera fila y era algo que desde hacía tiempo quería ver. Desafortunadamente el tipo estaba muy apretadito y solo le entraron 3 dedos. Fue muy decepcionante. La dominatriz era de esas negras alborotadas que le saca chiste a todo, así que la demostración estuvo súper divertida. Hubo un momento en que se burló de una amiga lesbiana que estaba en la reunión porque según ella, “una mujer negra no tiene por qué tener un pene blanco”. Hablaban por supuesto de sus dildos. Hizo una demostración de juego con agujas llamada “tabla de mariposas” que consiste en una tabla con un hueco en la mitad por el cual se pasa la piel de los testículos y se estira utilizando agujas delgadas para fijar la piel a la tabla. La obra final se parece al montaje que se le hace a las mariposas de colección. Interesante...

Vimos varias escenas, pero la mejor de todas fue la del daddy-master y la colegiala. Una chica altísima y muy bonita vestida de niñita colegiala con osito de peluche y todo. El hombre mayor que ella y mucho más bajito. La amarró a una silla especial en la que queda con los brazos extendidos y utilizó varias herramientas que oscilaban constantemente entre el dolor y la risa por las cosquillas. La sumisa era supremamente expresiva y gritaba, se reía, rogaba, pataleaba, de verdad como una niña chiquita. ¡Fue fascinante! Difícil de describir. Hubo un momento en que la puso contra la pared, le ordenó levantarse la falda, mostrando su ropa interior rosadita y comenzó a flagelarla con dos floggers a la vez. Este tipo debe ser malabarista o baterista profesional por la manera en que manejaba los instrumentos. Un verdadero maestro.

Finalizando esta escena, tocaron una puerta bloqueada por uno de los aparatos y salió una dominatriz profesional despampanante con un hombre muy mayor con el pecho todo amarrado como formando un arnés, con una mascara de cuero rojo cubriéndole el rostro y el resto completamente desnudo. Lo puso en la mitad del club y le dio durísimo con una caña de bambú hasta que le hizo levantar la piel como en cordones. Inmediatamente se vieron los morados. Luego lo llevó hasta la cama, lo hizo acostarse y se le sentó en la cara asfixiándolo por intervalos. Al rato volvieron a desaparecer por la misma puerta misteriosa. Todos los espectadores estábamos como anonadados, sin tener ni idea de dónde había salido esa gente y por la belleza de la mujer y lo intenso de la escena. Luego nos dijeron que detrás de esa puerta hay un calabozo privado donde los hombres pagan muchísimo dinero por ser dominados por profesionales. Las chicas que trabajan en esto suelen ser estudiantes universitarias. Cuando pasó todo el alboroto, siguieron el daddy y la chica, pero esta vez estaban fuera de rol y él le enseñaba a manejar el látigo. Una imagen muy curiosa ver a la chiquita manejando el látigo bastante bien. Esa noche no tuve oportunidad de jugar pero la pasé bastante bien observando las escenas.


Anexo 4 Sex changes
ooo
Patrick Califia capítulo 8 (fragmentos)
Traducción de Cecilia Beltramo. En: Sex changes. The politics of transgenderism.


Por supuesto, se supone que ser aceptad@ como hombre o mujer no es un trabajo arduo. Se supone que es un proceso natural y fácil. Poc@s de nosotr@s somos conscientes de la fuerza de los castigos y premios que conformaron nuestras identidades de género, a menos que ese proceso no tenga éxito. Creo que buena parte del odio y el miedo a l@s transexuales se basa en la incomodidad que otr@s experimentan cuando se ven obligad@s a recordar el dolor de un condicionamiento de género involuntario. Es más fácil creer que nunca tuvimos elección respecto de algo tan fundamental, que sólo pudimos procesar y aceptar el hecho de que la elección nos fue arrebatada y suprimida.

Es hora de que tod@s nosotr@s empecemos a revelar esa historia y a considerarla con tanto cuidado como alguna vez hicieron las incipientes feministas en los grupos de concientización. ¿Qué nos hicieron en nombre de los hombres y las mujeres, y por qué? ¿Qué puertas se nos cerraron? ¿Qué partes nuestras fueron asesinadas? ¿Qué placeres y posibilidades quedaron inmovilizadas? ¿Y sobre todo, por qué es tan importante que exista todo el proceso? ¿A qué intereses sirve? Por cierto, no a las necesidades de cada niñ@, adolescente y adult@?

Como las barreras que se ponen a la aceptación de las personas transgénero y a una alianza con las mismas son tan fuertes, quiero finalizar este capítulo con algunas preguntas que pueden contribuir a aclarar cómo el movimiento en favor de la libertad de género podría tener un efecto positivo en tod@s nosotr@s. La tiranía del género es prácticamente invisible. Tenemos que aprender a verla en acción si queremos entenderla y ponerle fin. ¿Qué seríamos si nunca nos hubieran castigado por conductas de género inadecuadas, o si nunca hubiéramos visto cómo castigaban a otr@s por desviarse de las normas masculinas o femeninas, o si nunca hubiéramos participado en la aplicación de ese castigo? ¿Cómo sería crecer en una sociedad en la que el género fuera verdaderamente consensuado, si el ritual consistiera en decidir nuestro propio género en la adolescencia o en la transición a la edad adulta?

¿Cómo sería caminar por la calle, ir a trabajar, o asistir a una fiesta y asumir que el género de la gente que conocemos no es lo primero que determinamos de su persona? ¿Qué efecto tendría eso en la forma en que trataríamos a l@s demás? ¿O en la forma en que l@s demás nos tratarían? ¿Qué tal si el género dejara de constituir un signo de privilegio, de ciertas características de personalidad o de roles familiares? Si el género fuera un fetiche sexual o un símbolo de nuestra capacidad de brindar determinados tipos de experiencia erótica o espiritual, ¿cómo constituiríamos nuestra imagen pública? ¿Qué querríamos que l@s demás supieran primero sobre nosotr@s? ¿Sería más importante identificar nuestro animal preferido, signo del zodíaco, aspiraciones profesionales, tipo de alimentación, religión, alergias, o grado de disponibilidad sexual ante l@s desconocid@s, que identificar nuestro género?

Si fuera posible cambiar de sexo con tanta facilidad como en la realidad virtual y luego volver a cambiarlo, ¿a quién no le gustaría intentarlo por lo menos una vez? ¿En quién creemos que podríamos convertirnos? ¿Qué podría hacer esa persona que no creemos que podría hacer ahora? ¿A qué tendríamos que renunciar para convertirnos en alguien de sexo opuesto? ¿Qué cambiaría en lo que respecta a nuestras ideas políticas, manera de vestir, preferencias gastronómicas, deseos sexuales, hábitos sociales, modo de manejar un auto, trabajo, lenguaje corporal, comportamiento por la calle? ¿Podemos imaginarnos convirtiéndonos en un híbrido de nuestras partes masculina y femenina, conservando las características que valoramos y abandonando las que son nocivas?

¿Cómo sería vivir en una sociedad donde pudiéramos tomarnos vacaciones del género? O (lo que es todavía más importante), del género de otras personas. Imaginemos que se crean Zonas Libres de Género. ¿Y cómo sería vivir en una sociedad en la que no se castigara a nadie por travestirse? ¿Qué tal si se asumiera que el travestismo es una etapa normal del desarrollo? Extendamos la definición del travestirse para que abarque cualquier otro papel o fantasía que alguien necesite actuar. ¿Qué tal si tod@s nos ayudáramos a manifestar nuestros seres interiores más hermosos, atractivos, inteligentes, creativos y audaces, en lugar de contribuir a su eliminación? ¿Qué tal si el travestismo y otras formas de articulación del género se convirtieran en indicadores de gente sabia y visionaria en lugar de simbolizar perversión sexual y vergüenza? ¿Qué papel tiene cada un@ de nosotr@s oculto en su closet personal, encerrado como consecuencia de la amenaza de la violencia y el ridículo?

Si estas preguntas te asustan, te molestan o te irritan, sos una de esas personas a las que el transactivismo puede beneficiar, si bien probablemente no lo veas como algo beneficioso. Y si estas preguntas te divierten, te atraen y te hacen cuestionarte, es probable que ya seas transactivista. Bienvenid@s a la revolución del género.


Anexo 5 El lado secreto de la sexualidad de las lesbianas

Califia, Pat. “Public Sex: the culture of radical sex”. La traducción es mía.

El closet sexual es más grande de lo que se cree. De hecho, no deberíamos estar aquí pero lo estamos. Es obvio que las fuerzas conservadoras como la religión organizada, la policía y otros agentes de la mayoría tiránica no quieren que el sadomasoquismo florezca en ningún lado. Las mujeres sexualmente activas siempre han sido una amenaza que el sistema no esta dispuesto a tolerar. Pero los liberacionistas conservadores gays y las feministas ortodoxas también se avergüenzan de las subculturas sexuales (aun si es ahí donde encuentran su placer). “Somos iguales a los heterosexuales (o a los hombres) parece ser su súplica de integración, su manera de pedir un pedazo del pastel de monóxido de carbono americano. Los drag queens, leathermen, rubber freaks, boy-lovers, girl-lovers, bolleras sadomasoquistas, prostitutas, transexuales- hacen ver esa súplica como una débil mentira. No somos como los demás. Nuestra diferencia no solo es creada por la biología o la opresión. Es una preferencia, una preferencia sexual.

El S/M de lesbianas no está muy bien organizado aún. Pero en San Francisco las mujeres pueden encontrar parejas y amistades que les ayuden y permitan explorar las delicias de la dominación y sumisión. No tenemos bares, ni siquiera tenemos periódicos ni revistas con avisos de sexo. A veces pienso que así es como debió haber sido la subcultura gay en sus inicios. Debido a que nuestra comunidad depende de recomendaciones y redes sociales, tenemos que esforzarnos mucho para mantenerla. Es cuestión de supervivencia. Si los eternos conformistas con sus coños de cartón y salchichas de angora se salieran con la suya, no existiríamos en absoluto. En cuanto nos volvemos más visibles, nos encontramos con más hostilidad, más violencia. Este artículo es mi manera de rechazar el efecto narcótico del odio propio. Debemos romper con el silencio que la persecución le impone a sus víctimas.

Yo soy una sádica. El término educado es top, pero no me gusta usarlo. Diluiría mi imagen y mi mensaje. Si alguien quiere saber sobre sexualidad, se las puede ver conmigo en mis propios términos. No me interesa facilitárselo. El S/M asusta. Esa es por lo menos la mitad de su sentido. Seleccionamos las actividades más miedosas, asquerosas o inaceptables y las volvemos placenteras. Hacemos uso de todos los símbolos prohibidos y todas las emociones desconocidas. El S/M es una blasfemia erótica deliberada y premeditada. Es una forma de extremismo y disconformidad sexual.

Me identifico más como sadomasoquista que como lesbiana. Me muevo dentro de la comunidad gay porque es ahí donde comienza la exploración sexual. La mayoría de mis parejas son mujeres, pero el género no es mi límite. Me limita mi propia imaginación, crueldad, compasión, la avaricia y el vigor del cuerpo de mi pareja. Si tuviera que elegir entre estar atrapada en una isla desierta con una lesbiana vainilla y un hombre masoquista, escogería el chico. Esta es la clase de sexo que me gusta —sexo que pone a prueba los límites físicos dentro de un contexto de roles polarizados. Es el único tipo de sexo que me interesa tener.

No soy una lesbiana sadomasoquista típica, ni las represento. De hecho, porque me defino como sádica soy atípica. La mayoría de las personas S/M prefieren el rol de sumiso, masoquista o bottom. La mayoría del porno (erótico, psicoanalítico, y político) que se escribe sobre S/M se centra en el masoquista. La gente que habla sobre S/M en público me ha dicho que tienen una audiencia más receptiva si se identifican como bottoms. Esto tiene sentido dentro de una lógica torcida. El que no sabe, asocia el masoquismo con incapacidad, falta de asertividad y autodestrucción. Pero el sadismo se asocia con asesinos desquiciados. Una chica gomela que escucha a una masoquista puede que le tenga lástima, pero a mí me tendrá terror. Yo soy la responsable de conducir a la masoquista hacia su degradación — y todo eso lo logro con mis impresionantes 130 libras y cinco pies dos pulgadas de altura. Por lo tanto mi palabra es sospechosa. Aun así es cierto que mis servicios están en demanda, que respeto los límites de mi pareja, y que amb@s o (tod@s) obtenemos gran placer de una escena.

Comencé a explorar el S/M como bottom, y aún lo hago de vez en cuando. Nunca le he pedido a un sumiso que haga algo que yo no haya hecho o que no pudiera hacer.

Además de ser sádica, tengo un fetiche por el cuero. Si recuerdo bien mis lecciones de Kraft Ebbing, esa es otra cosa que se supone que las mujeres no hacemos. Qué se le va a hacer. A pesar de lo que dicen los expertos, ver, oler o tocar el cuero me hace mojar. Cada mañana antes de salir, hago un ritual al ponerme mi chaqueta de cuero. Su peso ajustándose sobre mis hombros es reconfortante. Una vez subo el cierre, me acomodo el cuello y meto las manos en los bolsillos, la chaqueta se vuelve mi armadura. También me pone en peligro al alertar a los curiosos y a los violentos de mi presencia cuando la llevo puesta en la calle.

Obtengo todo tipo de reacciones. Los voyeristas se excitan. Los chicos homofóbicos me gritan o me tiran cosas de sus carros. Los héteros bien vestidos, seguros en su privilegio, me dirigen una sonrisita condescendiente. A algunos hombres gay les da risa cuando me ven. Me toman por una caza maricas, o me toman por una mascota que se disfraza para no avergonzar a sus amigos machotes. Hay otros que se ofenden pues consideran que el cuero es su territorio y que una mujer no tiene el derecho de llevar la insignia del sadomasoquista. Esos evitan hasta mi sombra. Podría estar menstruando y desafilar sus lanzas.

Cuando visito un bar de lesbianas, sus clientas me confunden por un miembro de esa especia casi extinta, la butch. Las femmes bajo este malentendido se ponen a mi alcance señalando su disponibilidad pero sin ocuparse de seducirme activamente. Parecen esperar que yo haga todo lo que un hombre haría menos embarazarlas. Dado el hecho de que prefiero que alguien venga gateando y rogando por mi atención y que trabaje bien duro antes de que la obtenga, esto me causa mucha gracia. En los grupos de mujeres, los clones políticos y las dvorknianas[p1] ven mi correa de taches y se alejan. Obviamente soy una pervertida sexual y las lesbianas buenas y verdaderas no son pervertidas sexuales. Son las altas sacerdotisas del feminismo, conjurando la revolución femenina. Como yo lo entiendo, después de la revolución femenina, el sexo va a consistir de mujeres que se cogen de la mano, se quitan la ropa y danzan en un círculo. Luego nos dormiremos todas al mismo tiempo. Si no, nos quedaramos todas dormidas, algo mas podría suceder —algo masculinizado, objetivizador, pornográfico, ruidoso y sin dignidad. Algo así como un orgasmo.

Por eso es que dicen que el cuero sale caro. Cuando me lo pongo, el rechazo, la burla y la amenaza de violencia me siguen desde la puerta de mi casa a mi destino y a mi casa otra vez. ¿Vale la pena? ¿Así de bueno es el sexo?

Si una mujer me interesa, la llamo y le pregunto si le gustaría salir a cenar. Nunca he levantado a una desconocida en un bar. Mis parejas son amigas, mujeres que me conocen porque me han escuchado hablar sobre S/M, y mujeres que conozco de Samois. (También tengo una amante que es mi esclava. Disfrutamos planeando seducciones conjuntas o creando extrañas aventuras sexuales para luego contarnos.) Si ella está de acuerdo, le diré dónde y a qué hora encontrarme. Mientras cenamos comienzo a jugar al doctor Dr. Kinsey. Quiero saber cuándo comenzó a tener sexo con otras personas; cuándo comenzó a masturbarse, cómo le gusta tener orgasmos; y cuándo se dio a conocer como lesbiana (si lo ha hecho). Le doy información similar sobre mí misma. Luego le pregunto sobre sus fantasías con el S/M, si de hecho las ha realizado y cómo. También trato de averiguar si tiene problemas de salud, como asma o diabetes, que podrían limitar nuestros juegos.

Esta conversación no tiene que ser clínica. No es una entrevista; es una interrogación. Estoy reclamando mi derecho de poseer información íntima sobre lo que quiero saber. Darme esa información es el comienzo de su sumisión. Las sensaciones que esto provoca son sutiles, ambas comenzamos a excitarnos.

Probablemente la anime para que se trabe un poco. No me gusta jugar con mujeres que están demasiado trabadas como para no sentir lo que les estoy haciendo, ni quiero que alguien pierda sus inhibiciones por un químico que ha ingerido. Prefiero negarle un bottom sus inhibiciones. Sin embargo me gusta que esté relajada y un poco vulnerable y sugestionable.

Si hay tiempo, es posible que vayamos a un bar. Socializar en los bares leather de los hombres es problemático para las lesbianas. Prefiero los bares donde conozco a algunos de los barmans y su clientela. Rara vez me han negado la entrada, pero me han hecho sentir incómoda los hombres que me ven como una intrusa. Si hubiese bares de lesbianas que no me hicieran sentir aún más rechazada iría allá. Pero como soy sadomasoquista siento que tengo derecho al espacio que ocupo en los bares de hombres. A veces me pregunto cuántos de los hombres que exhiben su cuero a la luz de las maquinitas de juego realmente van a casa a ejercitarlo y cuántos se conforman con chingar y mamar.

Un bar leather es un lugar seguro para establecer roles. Yo ordeno a mi sumisa a que me traiga un trago. Ella no pide su propia cerveza. Cuando quiere un trago, me lo pide a mí y yo se lo echo en la boca mientras ella se arrodilla a mis pies. Comienzo a manosearla, evalúo su piel, le corrijo la postura. La toco o le quito prendas para que se sienta avergonzada y se acerque más a mí. Me gusta oírla pedir clemencia o protección. Si todavía no tiene collar, le pongo uno y me la llevo hasta un espejo —detrás del bar, en el baño, en una pared— y la obligo a mirarse. Observo su reacción cuidadosamente. No me gustan las mujeres que se colapsan en pasividad, cuyos cuerpos se dejan caer y cuyos rostros quedan sin expresión. Quiero ver la confusión y la rabia, la excitación y la indefensión.

Cuando me aseguro de que está excitada (algo que se puede evaluar con el dedo índice, si le puedo bajar el cierre), la saco de ahí. Me encanta ponerle esposas y llevarla amarrada de una cadena. Este es uno de los regalos que le doy a una sumisa: la ilusión de no tener opción, el goce de ser raptado. El collar la mantiene excitada hasta que llegamos a mi apartamento. Prefiero jugar en mi espacio porque lo tengo acomodado para la suspensión y flagelación. Le ordeno que se mantenga a dos pasos detrás de mí, lo cual le reconfirma que realmente vamos a hacer una escena. En cuanto cerramos la puerta, le ordeno que se desvista. En mi habitación no existe la desnudez casual. Cuando le quito la ropa a una mujer, le estoy negando temporalmente su humanidad con todos sus privilegios y responsabilidades. La desnudez se puede llevar un paso más allá al rasurar a la sumisa. Una cuchilla remueve la capa que abriga y esconde. Mi amante/esclava mantiene su coño rasurado. Le recuerda que sus genitales me pertenecen y refuerza su rol como mi niña y mi propiedad.

Quitarle la ropa mientras yo permanezco completamente vestida suele ser suficiente para avergonzar y excitar a una sumisa. Una vez esta desnuda, la pongo en el piso y ahí se queda hasta que la mueva o la levante. Me paro sobre ella, le recorro una fusta por la columna y le digo que su lugar es debajo de mí. Le digo lo bien que me va a hacer sentir el coño y como voy a ser de estricta con ella. Puede que le permita abrazar mis botas. Luego de delinear sus responsabilidades y de insultarla un poco por ser tan fácil, la levanto con fuerza, le doy una cachetada y le sostengo la cara contra mi muslo mientras me bajo el cierre y le permito deleitarse con mi clítoris.

Me pregunto si algún hombre podría entender como este acto de dar o recibir servicio sexual se siente para mí. A mi me enseñaron a odiar el sexo, las manera de evitarlo, de darlo bajo circunstancias de necesidad o a cambio de romance y seguridad. Me entrenaron para tomar responsabilidad por la gratificación de otros y a fingir placer cuando otros pretendían tener mi placer en mente. Es sorprendente y profundamente satisfactorio cometer este acto de rebelión, tomar el placer exactamente como lo deseo, precisarlo como un tributo. No necesito fingir que disfruto el servicio de un bottom si no lo hacen bien, ni tengo por que estar agradecida.

Me gusta venirme antes de hacer una escena porque le quita el filo a mi hambre. Por esa misma razón no me gusta jugar cuando estoy trabada o borracha. Quiero estar en control. Necesito todos mis sentidos para adivinar las necesidades y los miedos de la sumisa, para sacarla de sí misma y volverla a traer. Durante la sesión, ella recibirá mucha más estimulación física que yo. Así que tomo lo que necesito. Su boca me alimenta con la energía que necesitaré para dominar y abusar de ella. Mientras me vengo comienzo a fantasear con la mujer que está de rodillas. La visualizo en cierta posición o en cierto rol. Esta fantasía es la semilla de la cual sale la escena. Cuando acaba de satisfacerme, le ordeno que se monte en mi cama y la amarro.

Los sumisos tienden a ser ansiosos. Como hay escasez de dominantes, ellos compensan jugando todo tipo de juegos psicológicos para sentirse miserables y excitados. También les gusta sentirse avaros y culpables y eso los pone ansiosos. Estar amarrados les da seguridad. Ella puede medir la intensidad de mi pasión por la tensión de mis nudos. También le pone fin a la especulación de mierda de que solo hago esto porque a ella le gusta. Me aseguro de que no haya manera de que pueda soltarse por sí sola. La inmovilidad se convierte en seguridad. Ella sabe que la deseo. Sabe que estoy a cargo.

Estar amarrado es excitante y yo intensifico la excitación atormentándola, jugando con sus senos y clítoris, diciéndole cosas sucias. Cuando comienza a retorcerse, la revuelco un poco, llevándola hasta el borde del dolor, ese borde que se derrite y se convierte en placer. Paso de pellizcar sus pezones con mis dedos a usar un par de pinzas que los hacen arder y doler. Puede que ponga pinzas en sus senos o sobre su labia. Examinaré su coño para asegurarme que sigue mojada y le diré lo excitada que está —si es que todavía no lo sabe. En algún momento, siempre utilizo un látigo. A algunos sumisos les gusta ser golpeados hasta sacar morados. O puede que se excite con la sola imagen del látigo viniendo hacia ella, puede que quiera oír su sonido silbando en el aire o sentir el mango mientras se mueve dentro de ella. El látigo es una excelente manera de lograr que una mujer este presente en el instante. No puede alejarse de él y no puede pensar en nada más.

Si el dolor va más allá de una ligera incomodidad, es probable que el sumiso se asuste. Comenzará a preguntarse, “¿por qué hago esto? ¿Seré capaz de aguantarlo?” Hay muchas maneras de ayudarla a pasar este punto. Puede que le pida que lo aguante por mí, porque necesito verla sufrir. O puede que le suministre un número fijo de golpes como castigo por alguna ofensa sexual. Puede que la convenza de que merece el dolor y lo debe tolerar porque es “solo” una esclava. El ritmo es esencial. Las sensaciones deben incrementarse gradualmente. La herramienta que se utiliza también puede ser importante. Algunas mujeres que no toleran ser flageladas, tienen muy buena resistencia para otras cosas —tortura de pezones, cera caliente o humillación verbal.

Cuando hago de sumisa, no valoro el dolor o las ataduras en sí mismas. Mi deseo es complacer. La top es mi ama. Ella ha concedido a entrenarme y es muy importante para mí merecer su atención. La dinámica básica del S/M es la dicotomía del poder, no el dolor. Esposas, collares, estar de rodillas, amarrado, pinzas, cera caliente, enemas, penetración y dar servicio sexual son todas metáforas de la desigualdad en el poder. Sin embargo debo admitir que me aburro bien rápido con una sumisa que no esté dispuesta a aguantar nada de dolor.

El deseo de complacer es la fuente de placer del sumiso, pero también es fuente de peligro. Si las intenciones del dominante no son honestas o si sus habilidades no son buenas, el sumiso no está seguro cuándo se entrega. Los tops compiten por ser dignos del regalo de la sumisión. Alguien que comete errores obtiene una mala reputación rápidamente y solo los bottoms tontos o inexpertos se someterán a ella.

¿Por qué querría alguien ser dominado, dados los riesgos? Porque es un proceso sanador. Como top, encuentro las viejas heridas y el hambre no saciada. Limpio y cierro las heridas. Me ingenio y administro castigos adecuados para viejos e irracionales “pecados”. La saco de base, la veo tal como es, la perdono, la excito y la hago venirse, a pesar de sus sentimientos de desvalimiento, odio a sí misma o miedo. Todos le tenemos miedo a perder, a ser capturados y vencidos. Yo le quito el ardor a ese miedo. Una buena escena no termina con un orgasmo; termina en catarsis.

Nunca podría volver a pellizcar tetas y a comer coño en la oscuridad; no después de esto. Dos amantes sudando una contra la otra, cada una luchando por su propia meta, ojos ciegos para la otra —qué terrible, qué mortal. Quiero ver y compartir cada sensación y emoción que experimenta mi pareja, y quiero que todo venga de mí. No quiero dejar nada por fuera. La modestia fingida y la hostilidad son tan importantes como el afecto y el deseo.

El sumiso debe ser mi superior. Ella es la víctima que presento para la inspección de la noche. Obtengo gran cantidad de información de cada gemido, de cómo tira la cabeza o aprieta los puños. Para obligarla a perder el control, debo deshacer sus defensas, penetrar sus muros y alternar la sutileza y persuasión con violencia y brutalidad. Jugar con una sumisa que no demande mi respeto y admiración sería como comer fruta podrida.

El S/M es sexo de alta tecnología. Es tan absorbente y consume tanto tiempo que no tengo deseo de poseer a nadie de tiempo completo. Estoy satisfecha con su sumisión sexual. Esta es la diferencia entre la esclavitud real o la explotación y el S/M. A mi me interesa algo efímero —placer, no el control económico o la reproducción forzada. Esta puede ser la razón por la cual el S/M es tan amenazante para el orden establecido y por lo cual es tan duramente penalizado y perseguido. Los roles del S/M no están relacionados con género, ni orientación sexual, ni raza, ni nivel social. Mis propias necesidades dictan el rol que asumiré.

Nuestro sistema político no puede digerir el concepto de poder desconectado del privilegio. El S/M reconoce el subfondo erótico de nuestro sistema y busca reclamarlo. Hay una erección enorme debajo de la sotana del sacerdote, el uniforme del policía, el traje de negocios del presidente, los kakis del soldado. Pero el falo solo es poderoso con tal de que esté velado. Elevado al nivel de símbolo, nunca expuesto o utilizado para una cogida literal. Un policía con su erección expuesta puede ser castigado, rechazado, mamado, o te puedes sentar en ella pero deja de ser un semidiós. Dentro de un contexto S/M, los uniformes, roles y diálogos se convierten en una parodia de la autoridad, un cuestionamiento, un reconocimiento de su secreta naturaleza sexual.

Los gobiernos se basan en el control sexual. Cualquier grupo de personas que gane acceso al poder autoritario se convierte en aliado de esa ideología. Estos grupos comienzan a perpetuar y reforzar el control sexual. Las mujeres y los gays que son hostiles a otras minorías sexuales están del lado del fascismo. No quieren que los uniformes se conviertan en drag (disfraz), quieren uniformes propios.

Mientras escribo esto, hay un caso en Canadá que determinará si el sexo S/M consensual entre adultos puede ser legal. Este caso comenzó cuando un sauna gay con clientela de sadomasoquistas fue redado. Después de esa redada, un hombre en Toronto fue arrestado por mantener a common baudy house (una casa indecente). La baudy house era una habitación en su apartamento que había acomodado para el sexo S/M. Otro hombre fue arrestado por secuestro y asalto agravado. Estos cargos salieron de un trío S/M.

En San Francisco, meses antes de que Milk y Moscone fueran asesinados y que los policías irrumpieran en el Elephant Walk, la mitad de los bares leather del área de la calle Folsom había perdido su licencia de licor debido al hostigamiento de la policía. El comité de la parada para la liberación gay trato de pasar una resolución que prohibiría indumentaria S/M y cuero en la parada.

No se cuanto tardará para que la demás gente S/M se enoje tanto como yo. No se por cuanto tiempo continuaremos trabajando en organizaciones gay que se burlan de nosotros y nos amenazan con expulsión si no nos mantenemos callados acerca de nuestra sexualidad. No sé cuanto toleraremos el “feminismo” de los grupos de mujeres que creen que el S/M y la pornografía son la misma cosa y alegan que ambos causan la violencia en contra de las mujeres. No sé por cuanto tiempo seguiremos poniendo nuestros avisos en revistas que imprimen artículos negativos sobre nosotros. No sé por cuánto tiempo seguiremos siendo acosados y asaltados o asesinados en las calles, o por cuánto tiempo toleraremos el miedo de perder nuestros apartamentos o ser despedidos de nuestros trabajos o ser arrestados por hacer ruidos inapropiados durante sexo intenso. Lo que sí sé, es que cuando comencemos a enojarnos, y a salir y trabajar por nuestra propia causa, estará bien pasado de tiempo.

Anexo 6 Escena en un play party
Grupo Samois. Coming to power. La traducción es mía.

B y yo somos buenas amigas pero solo habíamos jugado una vez de manera muy limitada. Esta sería nuestra primera escena completa. Ambas somos mujeres bisexuales con tendencia hétero, ambas somos jugadoras con experiencia, y aunque las dos somos switches, ella se siente más cómoda haciendo de bottom. Sabía por nuestras conversaciones que disfruta de todo tipo de flagelación, particularmente en las nalgas y que le agrada el play piercing y la penetración anal y vaginal. Aunque se siente cómoda haciendo juegos de roles dominante/sumiso, no lo necesita para disfrutar el juego de sensaciones, y ya que no es una preferencia mía, decidimos omitir cualquier tipo de control mental y simplemente buscar la traba de las sensaciones fuertes. Acordamos las palabras de seguridad y comenzamos.

Llegamos temprano a la fiesta por lo pudimos escoger el equipo que queríamos. Para comenzar escogimos una mesa. B me dijo que estar amarrada la hace sentir incómoda y que prefiere que le ordenen quedarse quieta. Se subió a la mesa y le dije que se acostara boca abajo. Le desabroche las ligueras y le bajé las medias pero le deje el corsé; sus nalgas eran mi blanco para esta parte de la noche.

Comencé con un flogger pesado de gamuza y comencé a golpear suavemente sus nalgas y muslos. Me di cuenta que casi ni sentía los golpes, pero de todas maneras fui aumentando la intensidad lentamente, azotando por encima desde la izquierda y luego la derecha. Cuando los golpes se volvieron más fuertes, me di cuenta que se estaba excitando, arqueando sus nalgas para encontrarse con el cuero, emitiendo ruidosos gemidos. Me bajé hacia sus pies y le separé las piernas para flagelar su trasero desde abajo en configuración de figura de ocho, le hice bastante duro. Su respuesta fue tan intensa que estaba segura de que se iba a venir si seguía con lo mismo y no quería eso todavía. Así que le di unos golpes más y cambié por un látigo trenzado más severo y picante. Usé el mismo patrón, primero el lado izquierdo, luego el derecho y luego la figura en ocho desde abajo. Pensé que esta sensación sería más dolorosa y menos sexual para ella y juzgando por su reacción, de veras lo fue... pero aun así era obvio que la estaba pasando bien. (En este momento me acerqué para ver cómo iba, y cuando vio que me estaba riendo se molestó un poco pensando que me burlaba de ella; le dije entonces que me estaba riendo de lo maravillosa que me parecía.)

Quería que su próxima sensación fuera más puntual, no tan difusa como la de los implementos de varias colas que venía utilizando hasta entonces. Saqué una tira de cuero pesado y comencé a darle desde el lado. Era obvio que le costaba trabajo manejar esa sensación y comenzó a moverse de un lado a otro para evitar los golpes, así que usé mi otra mano para sostenerla contra la mesa. No estaba segura si esto iba a disparar su aversión a sentirse atada, así que observé su reacción cuidadosamente. Parecía estar bien, y yo lo estaba disfrutando así que continué. La sensación de la correa no parecía estarla excitando mucho y quería mantener su nivel de excitación sexual en alto. Me puse un guante en la mano derecha, lubrique mis dedos y comencé a explorar su ano. Un dedo y luego dos entraron fácilmente. Gemía y se movía contra mis dedos —qué bien. Saqué un tapón anal de mediano tamaño, le puse un condón, lo lubrique y se lo inserte. Entro fácilmente y reaccionó con excitación dramática y visible. Continúe dándole con la correa, pausando para mover un poco el tapón cuando el balance entre excitación y dolor se empinaba demasiado.

Luego saqué un experimento —una vara de abedul [El birch rod, un manojo de ramas de abedul que es un implemento de castigo escolar inglés, pero que se usó en todo el mundo]. Ella nunca había sentido uno de estos, y yo solo lo había usado unas cuantas veces, así que no estábamos seguras de cómo nos iba a ir con esto. Ya que había tenido una reacción más positiva con los juguetes de golpe seco que a los picantes, suponía que algo tan picante como el birch iba a ser difícil para ella. Comencé dándole en las nalgas. Se quedó muy quieta, arqueó su espalda, se agarró de la mesa y alzó la cabeza. Obviamente mi suposición había sido correcta —era una sensación muy difícil para ella. Pero se enfrentó al reto. Le hice un poco más duro. Su rostro mostraba el esfuerzo para procesar la sensación. Yo lo estaba disfrutando muchísimo, pero quería que esta escena se tratara más de placer/dolor que de rotundo dolor, así que no lo alargue demasiado. Froté y masajeé su trasero para difundir el ardor y le dije que había sido estupenda.

Era hora de algo más divertido. Saqué una especie de garrote de teflón pesado —un instrumento de golpe seco que debe usarse con mucho cuidado ya que puede llegar a romper huesos con un golpe errado o demasiado duro. Intenté unos cuantos golpes ligeros en la parte inferior de su trasero y comenzó a gemir casi de inmediato. La golpeé más duro y comenzó a retorcerse. Experimentalmente le di un golpecito en la base del tapón anal con el garrote y comenzó a actuar como si se fuera a venir, así que lo agarre y comencé a moverlo y empujarlo. Se vino casi de inmediato de manera ruidosa y entusiasta. Alterné golpeándola con el garrote y produciéndole orgasmos con el tapón unas cuantas veces hasta que quedó jadeante y quieta.

Para el gran final —la caña, que sabía que era su favorito y el mío— comencé con mi vara más ligera, una vara de bambú flexible y de ancho mediano. Le di un golpe de ensayo y cuando vi su reacción supe que íbamos por buen camino. Le di más duro, dándole más o menos 15 segundos entre los golpes para procesar la sensación, ocasionalmente haciéndola esforzar dándole dos o tres en rápida sucesión. Sus gemidos en bajo tono y el movimiento de sus caderas me indicó que los golpes le parecían eróticos. Pero ya había aguantado bastante y como no sabía realmente la manera en que su cuerpo se recupera de fuertes golpizas, no quise arriesgarme, así que comencé a bajarle intensidad a la sesión.

Cambié de caña —a una artificial, más pesada y gruesa. Le di más o menos una docena de golpes, caminando de un lado de la mesa al otro para que tuviera suficiente tiempo de procesar la sensación. Volví a coger el tapón, moviéndolo con mi mano derecha y presionando contra su pubis con la izquierda, llevándola hasta un gigantesco orgasmo final. Luego le dije que podía escoger un número de golpes entre dos y diez para recibir con la caña pesada y con eso terminaríamos. Escogió cuatro. Se los di tan duro como los podía soportar y sentí la ráfaga de endorfinas en mí y en ella mientras se esforzaba para enfrentarse a mi reto. Y se acabo la escena.
ooo
A las dos nos dio un tremendo ataque de risa, compuesto de partes iguales de endorfinas, alivio y triunfo (¡lo habíamos logrado!). Me monté a la mesa con ella, la abracé y nos mimamos por un rato. Cuando se sintió lista para pararse, la ayudé a bajarse de la mesa, guardé los juguetes y salimos al área social a buscar algo para comer y beber. Pasamos la hora siguiente comiendo, mimándonos y observando otras escenas juntas.

La mañana siguiente, antes de tener oportunidad de llamarla para ver cómo estaba, me esperaba un e-mail suyo diciendo lo bien que la había pasado y lo colorado que estaba su trasero. Me sentí muy bien al recibirlo.

Anexo 7 Orgía #3
Grupo Samois. Coming to power. La traducción es mía.

Le digo a mis amigas: Sé que esto les va a parecer raro viniendo de mi, pero… bueno… creo que me gustaría saber qué se siente ser flagelada.

Mis amigas están encantadas y encontramos una tabla para acostarme. Les digo que me estoy sintiendo muy vulnerable y que no quiero ningún tipo de juego sexual en este momento, solo ser flagelada. Les digo que mi palabra clave es rojo para parar y rosado para bajar de intensidad.

Una por una, se toman turnos conmigo. Son cariñosas conmigo y primero piden permiso. En la semi-oscuridad de la habitación me doy cuenta de que hay otras mujeres observándonos. Cierro los ojos para no distraerme de las sensaciones en mi cuerpo. Cierro los ojos y respiro profundo, pero estoy nerviosa. ¿Me va a doler? ¿Lo podré aguantar? ¿Qué estoy haciendo? Espero nerviosamente y luego... ¡Smack! El primer golpe. ¡Ahhh!, exhalo y automáticamente me alejo de aquello que me lastima, pero la fusta vuelve a bajar rápidamente: ¡Smack! ¡Smack! “¡Ayy!, eso duele,” protesto. Ellas se ríen y me relajo. Así que de verdad duele. Siento que ahora se con qué estoy tratando y me vuelvo a internar en mí misma para experimentar mis reacciones.

¡Smack! ¡Smack! No hay tiempo para pensar… ¡Smack! ¡Smack! ¡Smack! “¡Oohh, aaahhh!”, me quejo. Entonces siento manos acariciando mi trasero adolorido, me dan ganas de llorar, esa ternura es casi demasiado. Dejan de acariciarme y me tensiono sabiendo que viene otro golpe. ¡Smack! Me tensiono y trato de relajarme mientras el dolor sube aprisa por mi cuerpo y luego se acaba. Pienso “eso no fue tan terrible”. ¡Smack! ¡Smack! Tensión, ola de dolor, calma… me doy cuenta de que ahora tengo un ritmo, siento que estoy a un lado de una barrera, y luego viene otro golpe y más dolor, me someto a él y logro atravesarlo, hacia una maravillosa calma flotante. Mientras lo hacemos una y otra vez pierdo el sentido del tiempo y lo que me rodea. Solo me siento a mí misma, el dolor y la calma.

“Quiero que cuentes los próximos golpes que te voy a dar, de seis a uno,” me susurra mi amiga al oído. Me desconcentro al escuchar su voz y siento rabia de que haya interrumpido este espacio tan intenso que comparto con la fusta. Pero murmuro, “OK.”

¡Smack! Trato de salir de este espacio no-pensante, lo suficiente para recordar lo que debo hacer pero no logro concentrarme y me río. “Los números no se quedan quietos,” le digo. “¿Eso importa?” Intento: “1…5…4…7…” Me vuelve a golpear, se ríe y me dice firmemente “Sí, importa: vuelve a intentarlo.” Lo hago porque sus golpes se han vuelto más intensos. Trato de reagrupar mi mente, respiro profundo y digo los números rápidamente para que ninguno tenga tiempo de salirse de su lugar para perderse en la oscuridad flotante dentro de mí.

Cuando lo logro, ella me dice en voz baja lo bien que lo hice y que sabe lo difícil que es contar o hace cualquier cosa lineal en el espacio en el que estoy.
Así que este lugar en el que estoy debe ser alpha-intenso, flotante, no-linear —esta golpiza me ha traído a uno de mis lugares favoritos: alpha. Ya se que hay diferentes maneras de llegar aquí, pero estoy disfrutando esta. Me están gustando las sensaciones, el ritmo, el dolor. Qué increíble, hasta estoy disfrutando el dolor.

Otra amiga la reemplaza y utiliza un flogger, suavemente, acariciando al principio y luego más duro. ¡Smack! ¡Smack! ¡Ahh!, y me relajo. Otro golpe más duro. “¡Ayyyy!,” grito, luego me relajo en cuanto pasa el dolor. Otra vez un ritmo y luego calma. Mi amiga se me acerca y me pregunta suavemente, “¿estas bien?” Muevo la cabeza indicándole que sí. “¿Quieres un poco más?” y se ríe. Sonrío señalándole que sí, así que continúa. ¡Smack! ¡Smack! ¡Ahhh!, suben las barreras, las sobrepaso y estoy volando, una y otra vez. “¿Más?” me vuelve a preguntar. Sonrío que sí. Sé que ella conoce este lugar en el que estoy, muy profundo dentro de mí misma, solo yo y mis sentimientos, sin pensamientos ni juicios. Sintiéndome tan centrada, tan segura y tan fuerte; sintiendo mi propio centro, mi propio poder. Mi amiga me empuja un poco más para ver cuanto puedo soportar y me obligo a mí misma a igualarla, pero cuando digo “rosado” le baja a los golpes. Estoy tan profunda en mí misma y volando tan alto que me demoro un rato en darme cuenta que ha parado.

Dice: “Creo que es suficiente para tu primera vez.” “Oh”, digo decepcionada. “Quiero seguir; solo comenzaba”.

“No, es suficiente por ahora. Crees que puedes aguantar más pero en realidad no es así.” Y luego me asegura, “lo puedes volver a hacer en otra ocasión.” Le sonrío, sintiéndome en paz y satisfecha.

Mi amiga comienza a acariciar mi espalda y mis nalgas. Que extraño sentir sus manos sobre mí, a mí que me encanta ser tocada, yo que pensaba que un látigo y una fusta eran tan impersonales… pero hace un momento los había sentido tan íntimos y exigentes pero sobre todo muy personales.

Anexo 8 Una historia de amor

Carta enviada a una página web española, ecstagony.com. Escrita por un hombre que se identifica como Andros.

Por razones de trabajo suelo viajar mucho y casi siempre fuera del país. Esto hizo de Internet para nosotros un medio de conexión normal y necesario para todo. Mi amada esposa ha tenido que hacer frente a muchas cosas por sí misma y su carácter aunque fuerte suele inclinarse a depresiones y justamente yo he comenzado a viajar más desde fines del 2000, lo que lleva a mi compañera a tener que hacer frente a muchas cosas. Muchas horas pasamos en Internet y en la lejanía intentando que ella se sobrepusiera a las cosas y tomara fuerzas para emprender sola cambios como todos hemos tenido que enfrentar. Estando en esto, y por casualidad, fuimos descubriendo algo, cuando su depresión llegaba a puntos muy grandes, y la desesperación que sentía yo, me hacía estallar y decirle cosas fuertes en un chat, ella reaccionaba y respondía a las mil maravillas, y al otro día solucionaba las cosas como por arte de magia.

Pasó el tiempo y comencé a descubrir algo, buscaba de alguna manera hacerme enojar, y provocaba esas situaciones. Se lo mencioné y tuvo que aceptar que así era, que necesitaba de mi exigencia hacia ella, de mi imposición de las cosas, sin dudas y con seguridad. Y comencé a probar tal cosa, y cuando notaba su depresión o sus intentos por lograr mi enojo, me imponía con términos fuertes, y amenazas de palizas, y lograba entonces dos cosas, por un lado una mujer fuerte, segura y por otro lado una mujer excitada como nunca. No somos unos genios, pero evidentemente podíamos entender que aquí había cosas fuera de lo conocido por nosotros, y así comenzamos nuestras exploraciones, primero con miedo, uno siempre piensa "somos unos enfermos", luego, exploramos las experiencias de ella en su niñez y si bien habían sido traumáticas en su momento estaban ya superadas y bien analizadas y asumidas, menos algo: el rigor y la rebeldía eran parte de mi esposa desde siempre, y tuvo que aceptar eso, que la rebeldía era en cierto modo una búsqueda de mayor seguridad por la imposición del otro y eso no le causaba dolor sino placer. Fui con el tiempo dándole gustos, digamos así, en trato y en forma. Todo lo iniciamos en forma lenta, tranquila, pausada y con mucho cuidado, nos amamos, no nos queremos hacer daño.

Hoy por hoy mi querida esposa, ha pasado a ser mi esposa sumisa, adora decirme
que soy su Señor, y va muy adelantada en eso con respecto a mí, en verdad me cuesta mucho imaginar que soy un Amo o un Señor, pero si ella es feliz jugando y disfruta de esto, yo también, y además si veo que le sirve en la vida, pues mejor. He visto su cambio rotundo con estas cosas, es una mujer segura, se siente amada, ya no duda, y ha hecho cosas en rubros que ni soñaba, a las que ni se atrevería, es decir gracias a esto ha crecido, se atreve a todo, si yo le digo: "sí, eso me parece correcto, ve por ello y consíguelo". Lo que antes era una tortura para lograr, ahora es una alegría para ella, su Señor quiere eso, y entonces va con alegría. Adora esperar a su Amo como dice, ahora tiene mil cosas para hacer para mí, ahora tiene interés en cosas bonitas, y otra vez, la he visto sonreír como hace años.

Le encanta jugar, y acepta los "castigos", con verdadera alegría juvenil, y debo ser cuidadoso, porque nada se me debe escapar. Esta camisa mal planchada, la comida fuera de punto, tirar algo en la mesa mientras se cena, todo, lo que sea, y debo hacerlo porque la juguetona, me pondrá disparadores por todos lados, y si no los veo, se sentirá como triste.
ooo
Hemos puesto reglas, tipo contrato, y allí en un consenso total, soy su Señor, pero no crea que esto es solo en la casa, no, en donde sea, la he escuchado en una cena en un restaurante de lujo, decirme sin parpadear, ante mi requerimiento de que ordene lo que deseaba para cenar, "lo que tú decidas mi Señor". Me dejó de una pieza y el camarero no sabía dónde meterse, ja. Allí va, mi esposa, con polleras que ha vuelto a usar, sin interiores, audaz como nunca, y sigue siendo hermosa, muy cautivante. "Ponte esto o aquello", y así se hace; "aprende a bailar árabe" y allí va; lo dicho no hay límites.

Y por nada del mundo se me permitiría que obviase los castigos tal cual son, y así el rincón lo tiene elegido, y asumido como suyo, y tiene su collar, y tiene su correa. Pero lo que más le gusta, sus nalgadas, cuando se las merece, o cuando no, porque tengo la facultad otorgada por ella, de hacerlo por simple placer.

Esta audacia, es quizás en forma muy light según muchos, pero la cuestión que lo hacemos así, porque nos gusta, y más que sesiones esto ya se va convirtiendo en nuestra vida y sin molestias ni traumas, que es lo mejor de todo. A ella le hace bien, de eso ni dudas, porque así como eligió que sea su Señor, se ha convertido en Ama en la vida, no hay quién pueda con ella y su carácter decidido ahora, todo lo puede, todo es posible. Seguramente no soy el mejor en esto, pero, hago lo posible para aprender y ser cuidadoso de quién amo. Por ahora, avanzamos, y por ahora es todo dicha, y espero que así siga.

Pero, si hay algo que en lo personal me asombra es cómo una mujer puede cambiar, y ser mil veces mejor, segura y fuerte, con lo que la mayoría diría que es para lo contrario, esa magia, todavía no la entiendo bien.

Ahora estoy viajando otra vez, y mis e-mail siguen siendo el modo de comunicación, o el Messenger, y sigo siendo el mismo Señor que mi amada sumisa quiere, porque eso la hace sentir amada y feliz, ya no es tan dura ni la distancia, ni la espera, porque ahora, está la sorpresa de que nos espera por descubrir para el otro. Una maravilla, ¿no cree?
Andros.

Anexo 9 Género y transgenerismo

Michael M. Hernandez. The Second Coming. La traducción es mía.

El juego con el género se ha puesto muy de moda en los 90’s. En vez de pasar como la mayoría de las modas que vuelan por nuestra comunidad, para ser reemplazadas por la siguiente moda pasajera, esta no parece estar pasando. Por lo menos no por ahora.

Aun antes de que el juego con el género se pusiera de moda, muchas dykes [lg2] tenían fantasías de tener vello facial. No todas ellas eran butch[lg3] . Con seguridad, no todas ellas deseaban cambiar de género. De un día para otro, ponerse vello facial para ir a play parties se volvió lo máximo.

La prevalencia de estos sucesos llevó a una mayor aceptación para la diversidad de expresiones de género, y así comenzó la cosa. La comunidad de mujeres S/M se convirtió en un lugar seguro para explorar nuestras fantasías y percepciones sobre la masculinidad y los personajes masculinos. Ahora las butch y las femme [lg4] por igual podían actuar sus fantasías de ser hombres gay y tener sexo degenerado y ardiente con un desconocido en un cuarto oscuro.

De cierto modo, el juego de género y otras formas de expresión nos permiten romper con ciertas expectativas, al igual que ser lesbianas nos permite romper con las expectativas de la sociedad sobre como se deben comportar las mujeres. Hoy en día, casi todo el mundo está metido en relaciones daddy-boy[lg5] , daddy-girl [lg6] u otro juego relacionado con el género.

Para algunos, es solo eso, un juego: una exploración divertida y a veces erótica del intercambio de poder. Para otros, es la exploración de emociones muy arraigadas y previamente reprimidas sobre la expresión e identidad de género que nos han llevado al descubrimiento de que el género es más que una ardiente fantasía sexual. Es el núcleo de nuestras vidas y de nuestro ser. Algunos hemos rasgado el velo de nuestra negación, y hemos comenzado a tomar hormonas. Pertenecemos a todos los aspectos de la experiencia humana y venimos de todos los rincones de la vida. De todas las razas, orientaciones sexuales y espiritualidades. Algunos prefieren ser llamados FTM[lg7] , mientras otros prefieren el termino transgénero. Nos identificamos como queer, lesbianas, gay, pansexuales, bisexuales, heterosexuales, o cualquier otra frase que nos defina mejor. En algunos casos somos asexuales porque nos toca o por elección. Algunos requieren estricta adherencia a los pronombres de género “apropiados”. A otros les importa un bledo. Algunos creen que son estrictamente masculinos y que no hay espacio para otra cosa en ellos. Otros creen que son ambos o ninguno de los dos —un tercer género, por así decir, pioneros a su propia manera quienes deben navegar las aguas de una turbulentas sociedad bipolar en la cual uno se ve obligado a escoger el cuadrito de género en el que va a vivir. Algunos FTM han dejado nuestra comunidad sin mirar atrás. Otros tercamente creemos que esta comunidad es nuestro hogar y que pese a que ya no hay comité de bienvenida, aquí es donde pertenecemos.

Hace mucho tiempo había dykes que luego de descubrir que eran transexuales y de pasar por la transición, eran expulsados de la comunidad de mujeres y de mujeres sadomasoquistas. No hace mucho más de cuatro años, el juego de género era mal visto. Era inconcebible, se consideraba comportamiento estereotípicamente masculino, el que una lesbiana imitara a un hombre gay o hétero en público. Pero el atractivo era el mismo que cualquier otro tabú, y no podíamos evitar practicarlo en privado, lejos de los ojos y oídos chismosos. Había un tiempo en el que éramos rechazados por participar en juegos de daddy-boy y daddy-girl o relaciones butch-butch y femme-femme. Este tipo de expresiones ahora se han vuelto socialmente aceptables dentro de la comunidad S/M.

Con cada vez mas dykes tomando hormonas masculinas, los asuntos de exclusión e inclusión han vuelto a alcanzar un primer plano. Todo se trata de límites. Donde se debe marcar la línea de distinción y quien tiene el derecho de hacerlo. Las preguntas como quién tiene el derecho de venir a la fiesta y porqué. Son asuntos cargados. Existen varios bandos, en pro y en contra. La política de “lárguense y no vuelvan” ha sido reemplazada por mujeres dispuestas a enfrentar, discutir y referirse al asunto emocional de quien pertenece a nuestra comunidad. Pero no parece haber una solución viable que sea aceptable para todos. Sin importar qué decisión se tome, alguien siempre está en desacuerdo y el evento es boicoteado por algún sector de la comunidad.

Afortunadamente los pensamientos, opiniones y creencias de los individuos cambian con el tiempo y la experiencia. A su vez esto genera cambios en los niveles de aceptación de nuestra comunidad. Creo que en parte esto se debe al cambio en la manera en que percibimos el juego con el género y en parte por el deseo de no perder miembros de nuestra comunidad, solo porque su expresión de género se ha vuelto más notable. Hemos llegado bien lejos, pero todavía nos falta mucho camino por recorrer.

Vivimos en una sociedad bipolar en la cual las personas se identifican como hombre o mujer. No hay más opciones disponibles por el momento. No deseo perpetuar la bipolaridad de esta sociedad con el uso de ciertos términos, pero el tema del género es demasiado confuso como para añadirle una voz de neutralidad. Debido a la naturaleza de nuestro lenguaje y la polarización de nuestra sociedad, es imposible tener una discusión realmente neutral en cuanto al género.

Esta bipolaridad tiene que ver con el asunto de quién puede asistir. La identificación de género se vuelve increíblemente difícil en el contexto del espacio solo para mujeres. No hay un consenso sobre quien es considerado hombre o mujer. La biología quizás ya no sea un indicador exacto. Para empeorar la cosa, nuestro lenguaje no es adecuado para tratar con la vasta diferencia de la expresión. Por ejemplo, el término FTM a veces es usado para definir la transición total de mujer a hombre y otras veces para definir individuos con fluidez de género.

Nos han enseñado a creer que el género y el sexo son la misma cosa. Pero ese simplemente no es el caso. El sexo se refiere a los genitales fisiológicos (masculinos o femeninos), mientras el género es la expresión y percepción. La identidad de género es como nos percibimos a nosotros mismos, independientemente del género biológico. Por ejemplo Suzie, una mujer biológica, puede tener grandes senos, pero su identidad de género puede ser masculina. Para aquellos que se burlan de esta afirmación, les digo que las más butch que he conocido en la vida, han tenido grandes senos. ¿Si el tamaño de los senos no excluye una identidad butch, porque excluiría una identidad de género masculina?

La expresión de género es la manera como nos expresamos o nos mostramos a otros en el mundo. La identidad de género y la expresión de género son diferentes de la preferencia sexual. La preferencia sexual es con quien preferimos tener relaciones sexuales (hombres, mujeres, etc.). La orientación sexual es como nos identificamos como seres sexuales basados en nuestras preferencias (lesbiana, gay, bisexual, etc.). La orientación sexual no indica identidad de género. Uno puede ser lesbiana y femme (gracias a la Diosa).

La confusión al identificar el género surge por la manera en que somos percibidos por los demás. Cómo perciben nuestro sexo biológico, identificación sexual, preferencia sexual, identidad de género, o expresión de género se llama etiquetar [labeling]. ¿Ya estas confundido?

Sigamos explorando el ejemplo de Suzie, la mujer biológica. Ella es una butch quien tiene claro que es mujer. Su preferencia sexual son las mujeres. Cuando tiene sexo con femmes, se identifica como lesbiana, pero cuando tiene sexo con otras butch, se identifica como marica. Al margen de si se acuesta con butches o con femmes, sus amistades la perciben como lesbiana. En esta situación hipotética, la expresión de género de Suzie es masculina. Su preferencia sexual son las mujeres. La identidad de género de Suzie cambia de lesbiana a gay dependiendo de si su pareja es femme o butch. Independientemente de cómo ella se siente, sus amistades la perciben como dyke y por la tanto utilizan la etiqueta lesbiana para demarcar los límites de sus interacciones con Suzie.

El etiquetamiento ha sido una manera de encontrar un hilo común para unir a todos. A la vez ha creado expectativas sobre lo que se considera comportamiento adecuado. En cierto sentido, hemos creado nuestros propios compartimientos y nuestras propias limitaciones.

Como si estos términos y conceptos no confundieran bastante las cosas, también tenemos personas de género fluido. Ser de género fluido significa que su identidad y/o expresión de género contienen masculino y femenino. La fluidez de género se está conociendo como transgenerismo: la habilidad para trascender el género, ya sea biológico, emocional, político, o cualquier otro; realmente mezclando masculino y femenino.

El término transición también varía en cada individuo. Algunos usan el término para indicar su paso de una polaridad a su opuesto, de mujer a hombre. Otros lo definen como un estado de flujo continuo, que cambia de forma a lo largo del espectro del género, por así decirlo. Hay una gama muy amplia de otras identidades que son en esencia políticas y sociales, pero son muchas y demasiado confusas para discutir en esta pequeña excursión por la jungla del género. Suficiente de semántica.

Yo creo que aprendemos de las interacciones con los demás. En ese sentido, las personas que tienen opiniones, expresiones y experiencias diferentes podrían potencialmente darnos la mayor oportunidad de crecimiento. Sin embargo reconozco y creo que todos necesitamos compartir tiempo y energía con personas semejantes. De esta manera he llegado a aceptar el hecho de que hay necesidad de un espacio solo para mujeres. Mi resistencia a llegar a esta conclusión se debe al hecho de que con frecuencia el criterio para la inclusión en este espacio viene de etiquetar (es decir que alguien más se toma el derecho de identificar lo que soy).

Lo que suele suceder al etiquetar, es que los transexuales y los transgénero resultan excluidos de ambos espacios solo de mujeres o solo de hombres y se quedan sin ningún lugar. Algunos dicen, dejen que los transgénero construyan su propio espacio. Sin embargo, esta no es una alternativa viable por varias razones.

La mayoría de los transexuales tienen inclinaciones heterosexuales. Hacen parte de la comunidad transexual hasta que creen haber completado su transición y continúan con vidas “normales”. Pocos transexuales se identifican como homosexuales, aún menos están involucrados con el S/M, y muchísimos menos desean seguir siendo parte de la comunidad de mujeres. La próxima vez que estés en un play party, echa un vistazo y cuenta a tus ex amantes y te darás cuenta de cuan pequeña es nuestra comunidad. La comunidad transgénero se mueve en círculos aún más pequeños. Así que básicamente en la Costa Oeste, estamos hablando de aproximadamente media docena de personas. Eso acaba con la vida social.

Si el criterio es la fisiología, entonces yo cumplo con el criterio para compartir el espacio de solo-mujeres y me sería permitida la entrada, pero una MTF [lg8] que ha hecho todo menos hacerse quitar el pene, no. Si el criterio es la apariencia exterior o el nivel de hormonas, entonces yo no podría atender, pero muchas MTF’s sí podrían. El manejar las cosas caso por caso, dependiendo de quién desea asistir, da la apariencia de favoritismo. La intensa respuesta emocional que causa la exclusión complica más estas discusiones.

Sin lugar a dudas, hay diferencias en la manera en que la sociedad trata a hombres y mujeres. Siguen habiendo desventajas para las mujeres tales como un menor salario, discriminación, el mayor costo y menor durabilidad de ropa y accesorios. Las mujeres también tememos por nuestra seguridad. Mientras la lucha por igualdad de derecho se pelea lenta y dolorosamente, no parece haber avances para acabar con la desigualdad de salarios que existe entre los sexos. No me sorprende que algunas mujeres sientan rabia por la inclusión de FTM’s en eventos de solo-mujeres. Los que deseamos quedarnos nos volvemos blancos convenientes por los crímenes del patriarcado. Se escuchan los gritos “traidor” y “privilegio masculino” en el coliseo y comienza la batalla.

Algunas mujeres usan los insultos “envenenados de testosterona” y “traidores del matriarcado” para referirse a los FTM’s. Aunque algunos de nosotros sí están envenenados de testosterona; pero ya me cansé de tener que pagar por los daños causados por otro que casualmente toma hormonas masculinas y no quiere nada que ver con la comunidad de las mujeres. O de la venganza de una femme adolorida quien ha perdido a su verdadero amor en una persona transgénero. ¿Y desde cuando han sido incluidas todas las mujeres biológicas en el matriarcado? En mi experiencia, las mujeres que más se quejan sobre los “traidores a la comunidad” no consideran a las mujeres heterosexuales o bisexuales como parte del matriarcado.

Así que, ¿por qué se considera traidor a un FTM que busca la transición total y deja la comunidad? La respuesta obvia es que la mujer que grita “traidor”, etiqueta a esta persona como lesbiana y como mujer, mientras éste se consideraba a sí mismo como hombre en su identidad y expresión de género. Él busca una variedad de cirugías para alterar su fisonomía femenina y verse como un hombre (o tan parecido a un hombre biológico como las técnicas quirúrgicas le permitan). Así que en esta situación, ¿como puede ser considerado un traidor, si nunca se identificó como mujer en primer lugar? ¿Y por qué los FTM que se consideran de género fluido deben estar sujetos a los mismos parámetros? Al igual que hay diferentes grados de expresión entre las butch, hay diferentes grados de expresión y creencias dentro de la comunidad FTM. El FTM de género fluido no busca la transición biológica total, ni permanecer mujer químicamente.

Las finanzas están en el centro del meollo de la exclusión. Para algunas personas, ser hombre inmediatamente significa más dinero. Mientras esto puede ser cierto en el resto del mundo, no lo es para los MTF’s. A la gente parece que se le olvida que cualquier persona que aplique para un trabajo tiene que revelar su historia laboral. Los candidatos transgénero se enfrentan a un dilema. Si no revelan su experiencia laboral (en esencia si mienten), es casi seguro que no obtendrán el empleo, si lo contratan y se dan cuenta, lo más probable es que lo despidan bajo cualquier pretexto conveniente, pero si dicen toda la verdad e incluyen toda su información garantizan que el trabajo se lo darán a otra persona. Piensen en la discriminación a la que muchas lesbianas son sometidas en su lugar de trabajo. Algunas ciudades —muy pocas— son lo suficientemente ilustradas como para tener protección basada en orientación sexual. No hay ningún tipo de protección para los transexuales, aunque el alcalde de la ciudad de San Francisco pasó una ley de derechos humanos en 1994 que incluye la identidad de género como una clase protegida.

¿Cómo puede alguien creer que ser transexual o transgénero es tomar el camino más fácil? ¿Cómo se pueden imaginar que se trata de cobardía? La tranquilidad que se obtiene al finalmente sentirse cómodo con uno mismo se cambia por otras incomodidades, como la exclusión de ciertos eventos, la perdida de un amante, el rechazo, y el miedo de no volver a encontrar parejas.

Otro argumento que se usa es que la presencia de FTM’s o invalida la identidad butch o promueve el uso de hormonas entre las lesbianas más jóvenes. Siempre ha habido diferentes grados de masculinidad dentro de nuestra comunidad. Ninguna forma de expresión es mejor que otra. Solo que los FTM de género fluido están en un extremo y las butch andrógenas están en el otro. El vello facial no define a la butch, y esta creencia si existe, no debería continuar. La presencia de FTM’s no debería ser culpada por las decisiones personales de mujeres que tratan de aceptar su transexualidad o transgenerismo. Al igual que las lesbianas no eligen si son lesbianas; los individuos transexuales o transgénero tampoco tienen elección. Al igual que se encuentra alivio, paz y libertad al aceptar la preferencia sexual propia, también hay descanso, paz y libertad al aceptar ser transgénero. Pedirle a una persona transgénero que renuncie a su identidad o expresión de género es equiparable a pedirle a una butch que se ponga falda y actúe como femme. Con muy pocas excepciones, esto es imposible.

Si la objeción es la presencia de “energía masculina”, ¿entonces qué pasa con todas las butch que tienen expresión de género masculino? ¿Eso no es también una exhibición de energía masculina? No conozco a nadie que haya sido capaz de trazar una clara distinción entre los comportamientos y expresiones de las butch y los FTM (con la obvia excepción de que los FTM toman hormonas).

Nos han enseñado a pensar en forma lineal, pero la vida no necesariamente sucede de esta manera: todo se mantiene en un constante estado de cambio o de flujo. Por lo tanto, el autoidentificación parece ser el criterio más justo para la inclusión, ya que permite que el individuo y no los organizadores tomen la decisión de asistir.

Anexo 10 Bisexuales pervertidos entre las lesbianas leather:

Carol Queen. The Second Coming “Algunos pensamientos sobre cruzar las fronteras”. La traducción es mía.

Cruzar la línea de la heterosexualidad impuesta y volverme lesbiana fue un placer tan liberador que se me olvidó detenerme ahí. Rápidamente me di cuenta que desconcertaba a mis novias y a escandalizaba a las jugadoras de softball (la lesbiana estereotipo) con mis fantasías pervertidas, y me di cuenta que lo que Joanne Loulan luego llamaría la “posición misionera de las lesbianas” no incluía nalgadas eróticas. En 1980 atravesé con mis dos novias, una línea de protesta formada por nuestras amigas para ver la historia de O. (Sí, la no-monogamia fue otra línea de liberación que encontré y cruce, a pesar de mucho drama lésbico). Entre las fantasías traviesas que buscaba estaba el labial y los tacones altos, cosas que no hacían parte de la etiqueta lesbiana de los 70. Para desarrollar mis deseos eróticos, emerger como femme y alentar la naciente y culturalmente rechazada masculinidad de mis amantes, tuve que desafiar tanto las normas heterosupremacistas posthippy del pueblo en el que vivía y el imperativo andrógeno de mi comunidad de lesbianas. Tenía que hacerle caso a lo que me mojaba el coño, no a lo que se decía en los grupos de estudio de Mary Daly.

Entre los descubrimientos heréticos que hice en este periodo, estando sólidamente identificada como lesbiana y siendo políticamente activa en las comunidades de lucha por los derechos para lesbianas y gays, fue que me gustaba mucho más el porno gay que el lésbico. Los daddies de Tom of Finland y el sexo anal eran lo mío; el toque femenino no. Por mucho tiempo me negaba a mirar el pene de un hombre hétero, pero la polla de un marica era una extremidad totalmente diferente.

Nunca pude resistir cruzar las fronteras. Una vez que lo has hecho varias veces, supongo que adquieres el gusto por hacerlo. Luego de unos cuantos hombres no muy hétero, ya era una lesbiana muy necia, de hecho, tenía que admitir, incluso a mi misma que actuaba y hasta me sentía francamente bisexual.

Ya comenzaban los susurros, era hora de irme.

¿La verdadera herejía es lo que hacemos, lo que deseamos, o si hablamos de ello? En mi pequeña comunidad lesbiana había encontrado parejas que me dieran nalgadas y me vendarán los ojos, amantes butch que aunque muy reacias se dejaban follar por mí, hasta mujeres que ocasionalmente tiraban con hombres. Sin embargo, ninguna de estas mujeres se identificaba de acuerdo con nada de eso. En ese punto de mi vida, me sentía como la única, cuyo camino lejos del sexo entre chicas, vainilla y monógamo, se enfrentaba a un ostracismo que las otras no querían arriesgar. Esto pasaba en parte porque no me quedaba callada sobre esos comportamientos mal vistos que practicaba o —quería practicar. En el fondo lo que me hizo una hereje fue lo que admití hacer o desear.

Tratar de reconstituir mi identidad como una lesbiana bisexual en esa pequeña comunidad era difícil y doloroso. Así que decidí hacerlo en otra parte —en San Francisco (¿dónde más?), donde habían ido tantos queer a dejar atrás el oprobio de los pueblos pequeños.

Es interesante que pudiera mantener lo del sexo S/M más callado que mi bisexualidad. Creo que tenía que ver con los temores de mis parejas de ser asociad@s con el S/M junto conmigo. Dudé y me dio miedo romper ese silencio. Al reconocerme como bisexual solo daba a conocer el género de mis parejas, no el tipo de sexo que teníamos. Además, tenía muy poco acceso a material a favor del S/M. La librería de mujeres por supuesto tenía En contra del sadomasoquismo, pero no era lo que quería leer.

Tampoco había todavía material que apoyara la bisexualidad. Pero yo había salido del closet como lesbiana diez años antes y todavía recordaba la primera oleada del orgullo de ser polimorfamente perverso en los años posteriores a Stonewall, cuando incluso los maricas y las bolleras radicales decían que en un mundo perfecto todo el mundo seria bisexual. Tendría que construir mi nuevo mundo en San Francisco, de la mejor manera posible y esperar que todo saliera bien.

Eso no fue fácil. Todavía no me atraían los hombres hétero; les tenía temor y resentimiento a los hombres. ¿Qué mujer que había crecido con el feminismo lésbico no? Pero, para ese tiempo, ya había tenido suficientes aventuras con mujeres como para también resentirlas en cierto modo. (Para decirlo de otra manera, ya no tenía la ilusión de la lesbiana novata de que con mujeres todo seria maravilloso.) Esto parecía un lugar neutral para comenzar, y más o menos un año de abstinencia me dio tiempo para internalizar los cambios.

Me convertí en una “bisexual identificada como lesbiana” y así me quedé hasta que mis nexos con la comunidad bisexual me dieron suficiente apoyo para decir “bisexual” sin modificadores. Después de todo, yo me había pasado los últimos diez años criticando a las personas cuyo comportamiento sexual no coincidía con la orientación que profesaba. Había tenido unas cuantas novias que insistían en que eran heterosexuales aun mientras metían sus dedos en mi vagina, y conocía muy bien el estatus de hombres de familia que tenían muchos de los tipos que iban a que mis amigos gays se lo mamaran en el baño público del parque municipal.

Finalmente entendí que mi dificultad para aceptar la etiqueta de bisexual tenía más que ver con mi miedo al rechazo que con serle fiel al lesbianismo. Y como pensé que el lesbianismo en realidad no necesitaba de ese tipo de apoyo —a fin de cuentas, andaba en todo su apogeo con la avalancha de “lesbianas políticas” que no querían meter sus dedos en ninguna parte. Además, casi ninguna de mis amigas lesbianas parecían tranquilizarse mucho con el hecho de que todavía me identificaba con ellas mientras exploraba el misterioso pene y ocasionalmente al hombre a quien le pertenecía. Quedaba claro que las palabras identificada como lesbiana no me iban a salvar.

Reconciliar la bisexualidad con el S/M fue todavía más difícil porque, por lo menos al principio, jugaba y me identificaba como bottom. Mis deseos de ser raptada, tener dueñ@, de servir y de adorar, ya eran mal vistos en el mundo de las lesbianas, donde creo que el único comentario positivo hacia el S/M que escuché era dirigido a unas tops muy imponentes que deslumbraron a todas con su desprecio hacia el rol de la mujer. Sus Harleys y sus botas contaron con aprobación aunque no sus vicios en la cama. Pero a finales de los 70 nunca escuche una palabra amable sobre mujeres que les gustara postrarse en tacones.

Claro, diez años después, en el valiente nuevo mundo S/M de San Francisco, me di cuenta de que algunas lesbianas muy lesbianas ocasionalmente jugaban con hombres. Esto me tranquilizaba un poco, pero todavía parecía haber una diferencia muy grande entre esas mujeres rudas con látigos y brazos fuertes, y mis propios deseos. Por lo que me podía dar cuenta, a ellas ni se les pasaba por la cabeza llamarse bisexuales. Por lo visto, sus escenas no terminaban de la manera que yo quería que terminaran las mías: en una corrida de sexo fuerte (en otras palabras, de la misma manera que me gustaban las escenas con mujeres). No, estas parecían ser mujeres que sabían cuando no quitarse los pantalones.

Así que declaré que aunque me abría a la posibilidad de tener sexo y conexión emocional con hombres, el sexo S/M representaba un nivel de intimidad y vulnerabilidad que reservaba solo para mujeres. Con las políticas que hasta ese entonces había forjado mis creencias acerca del sexo y el género, no podía reconciliar la idea de hacer de bottom con un hombre. Pero hacer de bottom era lo único que realmente quería hacer.

Los daddies de Tom of Finland todavía aparecían mientras me masturbaba pero ahora me hacían cosas maravillosamente terribles. ¿Me imaginaba que era un chico gay, porque como mas podía explicar estas fantasías? A esos daddies no les gustaban las chicas en ropa femenina.

Mirando hacia atrás, veo que este dilema de identidad y deseo era peor antes de que me diera cuenta que había otras mujeres como yo, antes de conocer otras mujeres S/M bisexuales. También sufría porque los hombres que yo deseaba no era probable que me desearan a mí: porque ellos eran maricas y yo una chica. Todavía no había conocido un hombre leather hétero o bisexual con quien me pudiera relacionar de esa manera. (De hecho, casi todos los hombres hétero que conocía y les interesaba el S/M, se identificaban al igual que yo, como bottoms.)

Luego conocí a Cynthia Slater y David Lourea. Cynthia fundó la sociedad de Janus, una organización S/M de orientación mixta, y David fundó el centro de bisexuales. Ambos eran sadomasoquistas bisexuales orgullosos y abiertos. Cynthia causó gran impresión en mí, pero nada me afectaba más que ver una foto de ella con collar y vestido largo. Aprendí más sobre mi posibilidad de dignidad y fuentes de placer de esa imagen que lo que puedo decir. Sobre todo aprendí que lo que deseaba era posible.

David me enseñó, entre muchas otras cosas importantes, que habría algunos hombres queer que también me desearían a mí.

Cynthia y David ambos murieron de SIDA, al igual que muchos de los hombres gay con los que me permití ver que me mentía a mí misma cuando afirmaba que sólo amaba a las mujeres. Las maneras en que el SIDA influyó en cómo evoluciono mi orientación sexual son demasiado complejas para desarrollar en este ensayo —aunque conozco a muchas otras lesbianas que no se tomaban en serio a los hombres hasta que llegó la Plaga, y sospecho que aún esta parte muy personal de mi historia encontraría eco en algunas de las mujeres que lean esto.

En el tiempo desde que me identifique como bisexual, he conocido a muchas mujeres que no se podían quedar quietas dentro del lesbianismo. Algunas ahora se identifican como heterosexuales, algunas se llaman Bi-lesbianas, algunas “lesbianas que se acuestan con hombres”, y algunas se cuidan de no nombrarse de ninguna manera, de ni siquiera hablar de eso, excepto a veces en secreto. De alguna manera todas compartimos el miedo al rechazo de parte de la comunidad de lesbianas que considerábamos nuestro hogar; muchas también compartimos el rechazo real, experiencias dolorosas de insultos y exclusión.

La comunidad de mujeres sadomasoquistas ha sido un refugio para las que la logramos encontrar y ubicarnos dentro de ella; las leatherdykes también han sentido el rechazo de la comunidad de lesbianas. Luego de los años Birkenstock, me deleite en la diversidad que vi en el mundo de las mujeres leather: mujeres de todo tipo de perversiones, femmes y butches, trabajadoras sexuales, mujeres transexuales de diferentes tipos, mujeres identificadas como maricas, bisexuales y una que otra heterosexual.

Esta libertad en comparación con el mundo de las lesbianas que yo conocía, donde “para mujeres” era casi una clave para decir “lesbianas”, viene no sólo de las políticas más incluyentes de la comunidad leather sino también, creo, de nuestra comprensión más inclusiva de lo que puede significar ser sexual. En el mundo del Fetish y el S/M, el sexo genital es solo un sabor del erotismo. Sabemos que podemos desatar la energía de un orgasmo de cien maneras, que la respuesta de nuestros cuerpos no depende únicamente de nuestros fragmentos de carne erecta —y la respuesta de nuestras mentes y espíritus tienen incluso menos límites. En semejante mundo, ¿cómo definir bisexual? Con razón muchos de nosotros simplemente decimos “queer”.

Aún así, tengo la insistente sospecha de que algunos de nosotros decimos “queer” justamente para no tener que lidiar con la resbaladiza cuestión de la bisexualidad. El llamarnos leatherwomen or leatherdykes elude esa pregunta por completo. Aun cuando nuestro comportamiento reúne el criterio de bisexualidad —participar en actos eróticos con hombres y mujeres— con frecuencia seguimos evadiendo esa etiqueta, que ha sufrido de tan mala fama. (Por supuesto que algunos de nosotros participamos en actividades eróticas con personas que no son exactamente hombres ni mujeres o quizás nosotros mismos encajamos en esa descripción; aquí es donde el lenguaje disponible parece fallarnos del todo.)

Yo apoyo el derecho de nombrarnos a nosotros mismos. Respeto el hecho de que para muchas personas pansexuales, “bisexual” no abarca una red suficientemente amplia de posibilidades eróticas. Para otros, el término sólo reconoce que el género es un constructo binario opresivo que necesita ser destruido para que todos podamos alcanzar nuestro potencial. Estoy de acuerdo con ambas críticas; pero mientras tanto, creo que muchos debemos reconocer que simplemente tenemos miedo de adoptar una identidad bisexual porque creemos que nuestras comunidades basadas en orientación sexual, nuestras familias por escogencia, nos rechazaran.
ooo
A estas alturas me he dado cuenta que cuando muchas personas dudan en adoptar una identidad por miedo, se vuelve extra importante que yo lo haga.


[p1]Seguidoras de la teórica feminista norteamericana, Andrea Dvorkin

[lg2]Lesbianas

[lg3]Lesbianas masculinas

[lg4]Lesbianas femeninas

[lg5]Papi-niño

[lg6]Papi-niña

[lg7]Female to male (de mujer a hombre)

[lg8]Male to female (de hombre a mujer)

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